lunes, 9 de febrero de 2009

Carlos II y la Guerra de Sucesión

CARLOS II "El Hechizado"

Hijo del rey de España Felipe IV y su esposa Mariana de Austria, nació el 6 de noviembre de 1661.
Sucedió a su padre a la edad de 4 años, quedando su madre al frente del gobierno de la nación durante su minoría de edad.
Carlos II, desde su nacimiento se mostró como un niño débil y enfermizo, hasta el punto que hubo que destetarle en el momento de proceder a su coronación, ya con cuatro años.
Paralela a su debilidad física era su escasa capacidad mental ( a los nueve años aún no había conseguido aprender a leer y escribir), pero todo ello no significa ni mucho menos que fuera anormal.
Carlos II en su adolescencia

Se casó a los 18 años con María Luisa de Orleans, la cual falleció en el año 1689 (tras diez años de matrimonio) sin tener hijos.
Al poco tiempo se concertó una nueva boda, esta vez con una mujer que pertenecía a una familia de probada fertilidad: Mariana de Neoburgo.
Tampoco esta vez tuvo descendencia el rey, pese a que se sabía que no era impotente.

Rumores sobre la esterilidad del rey: un posible hechizo

Este rumor movió a fray Froilán Díaz, confesor del rey, a organizar una fantástica representación diabólica y unos espectaculares exorcismos.
Hoy en día, atribuir semejante circunstancia (la falta de descendencia real) a un embrujamiento movería más a la risa que a otra cosa, pero aquella época era especialmente propicia para creer en hechizos. Cuando no se encontraban explicaciones a la infecundidad de un matrimonio, o a la llegada de una enfermedad, se acudía al mundo de lo sobrenatural. Alguna bruja habría realizado un hechizo o el propio diablo habría tomado posesión de la persona afectada.
Era época de amuletos, conjuros y apariciones. Había montañas que mugían, como la de la Alcarria; lagos que ocultaban peces que exhalaban vapores y luego se convertían en formidables tormentas. Los que nacían en Viernes Santo no sólo curaban la peste con el aliento, sino que poseían la facultad de ver a los que habían muerto en el mismo estado en que quedaron en el momento de morir.
No fue difícil convencer al propio rey de que estaba hechizado.
A partir de la muerte de su primera esposa, su salud (tenía entonces 28 años) comenzó a empeorar. El embajador de Inglaterra escribió:
"Padecía con frecuencia unos temblores que los médicos llaman convulsivos, los cuales comprendíendole todo el cuerpo, le dejaban sumamente fatigado. A esto hay que unirle que a ratos sentía un interior desfallecimiento como si se fuera a desmayar".


Carlos II en su juventud

Fray Froián, confesor del rey, empezó entonces a sospechar en algún tipo de hechizo sobre el rey. Se sabía que por aquellos años había un grupo de monjas en Cangas de Onís que decían estar endemoniadas, y que por su boca hablaba el mismísimo diablo. El confesor no lo pensó dos veces, sería buena cosa preguntarle al diablo sobre el hechizo del rey y su manera de curarlo. El obispo de Oviedo se negó a semejantes manejos. El rey, estaba enfermo, no hechizado, dijo el obispo. Y, que lo curaran, si tenía cura, médicos, y no sacerdotes.
Pero Froilán era terco como una mula. Llevó sus andanzas a espaldas del obispo y dio orden al sacerdote fray Antonio de Cangas de Onís que estaba a la custodia de las monjas, que se prendiera sobre el pecho un papel con los nombres de Carlos y Mariana, y preguntase al diablo si alguna de aquellas personas estaba posesa. Fray Antonio estaba entusiasmado y convencido de que aquella era la gran misión que Dios le tenía destinada. Ni corto ni perezoso, puso la mano de una de las pretendidas posesas sobre el altar y conjuró al diablo a responder:
La posesa, con una voz ultratúmbica, respondió:
"El hechizado es el rey Carlos. El hechizo le vino a los catorce años, y le vino con una bebida, que al tomarla destruyó en él la materia de la generación y la capacidad de administrar el reino."
El remedio que propuso el sacerdote para acabar con el maleficio fue que el rey tomase en ayunas un vaso de aceite bendito. El rey, a espaldas del obispo, fue informado de ello y accedió a tomar el remedio prescrito.
Como la cosa no parecía mejorar, se le exigió al diablo nuevas consultas. Esta vez el diablo aseguró que el hechizo había tenido lugar el día 3 de abril de 1675, con una taza de chocolate, y fue llevada a cabo por una mujer que quería gobernar a su antojo:
"Precediendo juramento del demonio por el Santísimo Sacramento, le pregunté en qué había dado el hechizo al rey. Respondió: en chocolate a 3 de abril de 1765. Preguntéle de qué se había confeccionado. Respondió: de los miembros de un hombre muerto. Pregunté: ¿Cómo? Respondió: de los sesos de la cabeza para quitarle el gobierno; de las entrañas para quitarle la salud y de los riñones para corromperle el semen e impedirle la generación. Preguntéle: ¿Quién fue el causante de tal embrujo?. Y respondió, el hechizo le vino en tiempos de don Juan de Austria. Los remedios de que necesita el Rey, prosiguió Lucifer, son aquellos mismos que la iglesia tiene aprobados. Lo primero darle el aceite bendito en ayunas. Lo segundo ungirle con el mismo aceite todo el cuerpo y cabeza. Lo tercero darle una purga en la forma que previenen los exorcismos y apartarle de la reina... ni verla, ni verle."

El 24 de septiembre y el 3 de noviembre recibieron nuevas noticias del diablo de
Cangas de Onís, hasta que a finales del mes de noviembre el diablo se negó a hacer más declaraciones, asegurando que Carlos estaba sano y que cambiaran su médico, que le mudaran los colchones y la ropa de la cama y le sacaran de Madrid.
Seguían las historias sobre el embrujo al que había sido sometido el rey, y así, se tuvo noticia de que un muchacho endemoniado fue sometido a exorcismo en la iglesia de Santa Sofia y detalló que:
"El autor del hechizo del rey había sido una mujer llamada Isabel, habitante de la calle Silvia, y que los instrumentos del maleficio estaban en cierta habitación de palacio y en el umbral de la puerta de la casa donde vivió dicha Isabel".
La Inquisición registró el lugar y encontró unos muñecos informes que parecían sospechosos, por lo que fueron quemados en lugar sagrado, según ceremonias del misal romano."
En una ocasión entró en palacio una loca y llegó hasta donde estaba el rey, donde Carlos II la contuvo mostrándole un pedazo de la cruz de Cristo. Aquella mujer, que creían endemoniada, fue exorcizada, así como a otras amigas suyas.
Siguieron durante un tiempo las intrigas que señalaban a un posible hechizo del rey hasta que el inquisidor general murió inesperadamente a consecuencia de una sangría. No faltó quien hablara de envenenamiento. Entonces la reina consiguió que fuese designado para el cargo el hombre de su confianza, el obispo de Segovia, don Baltasar de Mendoza. Mano de santo. Aquel día se acabaron los conjuros por parte de los clérigos españoles. Pero aún había gente que pensaba que la esterilidad del monarca y todas sus debilidades se debían a maleficios satánicos y no a enfermedad alguna y en más de una ocasión se le sometió al rey a ciertas prácticas semiexorcizantes que no conseguían otra cosa que torturarle.
Pero la verdad de todo esto fue que el monarca, que no estaba endemoniado, ni hechizado, fue víctima de aquellos que le pretendían embrujado, y a su débil salud física añadió una nueva debilidad mental, pues por la noche cuando se despertaba y vagaba por los oscuros pasillos de palacio, el infeliz monarca ya sólo veía demonios y horribles figuras que, como espantosas gárgolas, le aterrorizaban.
Su último confesor no sabía como consolarle de sus temores al infierno ni convencerle de un Dios bueno.
El rey, muere por fin enfermo, a los 39 años de edad sin dejar sucesor, aunque en su testamento figurase como sucesor Felipe de Anjou.
Felipe d'Anjou (Felipe V)
La guerra de Sucesión Española (1702-1713)

En Europa la situación española se vivió como un tema de interés, no ya español, sino europeo porque las grandes potencias (España aún era una gran potencia entonces, recordemos que tenía todas las posesiones americanas intactas) no querían que España estuviera regida por un rey que no sirviera a sus intereses. Así, Francia por un lado, y el Imperio Alemán por otro, se disputan el trono por las influencias del futuro monarca.

Pretendientes al trono:

Felipe de Anjou- nieto del rey francés Luís XIV. Luís XIV y el rey Carlos II son cuñados (Luís XIV está casado con MªTeresa, hermana del rey) Sus partidarios son: FRANCIA, BAVIERA, REINO DE NÁPOLES, REINO DE SICILIA, REINO DE CERDEÑA Y ESPAÑA (MENOS CATALUÑA, ARAGÓN, VALENCIA Y BALEARES)

Archiduque Carlos de Austria- hijo del emperador de Austria Leopoldo I. Leopoldo I era hermano de la madre de Carlos II (María de Austria), es pues tío del rey Carlos II. Sus partidarios son: IRLANDA, GRAN BRETAÑA, IMPERIO ALEMAN, HOLANDA, SABOYA, AUSTRIA, HUNGRÍA, PORTUGAL, CATALUÑA, VALENCIA, ARAGÓN Y BALEARES.

Desenlace de la guerra

En Valencia había gente que era partidaria de Felipe de Anjou (eran los ricos) a estos se les llamó "botiflers", nombre que viene de la palabra francesa beautie fleur (bella flor) refiriéndose a la flor de lis, insignia de la casa de borbón. La gran mayoría de los valencianos (que era la gente del pueblo, los pobres) eran partidarios del archiduque Carlos. A estos se les llama "maulets", que deriva de la palabra maula, que viene a significar, algo inservible o muy pobre.
El 25 de abril de 1707, las tropas de Felipe de Anjou vencen en Almansa a valencianos, catalanes, aragoneses, portugueses e ingleses, y Xàtiva (ciudad de resistencia de los "maulets") es incendiada, y como castigo se le cambia el nombre por el de San Felipe. Los valencianos por haber sido enemigos del vencedor Felipe de Anjou (futuro Felipe V, rey de España) son privados de los fueros por un decreto llamado Decreto de Nueva Planta.
La guerra seguirá en la península hasta 1713 en que por fin Felipe de Anjou vence, y se firma la Paz de Utrech, por la cual España tuvo que darle Gibraltar Y Menorca a Inglaterra.

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